Nos enseñaron a ser complacientes, a pesar de los testarazos, de las zancadillas, de nuestros reducidos espacios: la parte más pequeñita del recreo, allá donde los niños no daban patadas al balón. Nos enseñaron a decirnos las cosas en un susurro, bajito y como pidiendo permiso, sin que se nos deshicieran demasiado las coletas y sabiendo que nuestras rodillas con costra nos delataban más que a ellos.
Nosotras, que no lo otro
El dinosaurio se relamía frente al espejo porque: "Él es el Sujeto, él es lo Absoluto; ella es lo Otro.” Pero cuando nosotras despertamos, el dinosaurio ya no estaba allí.
miércoles, 16 de junio de 2021
Una, dola, tela, catola...
domingo, 9 de mayo de 2021
TrenzadAs
Cuando una es joven siente deseos de todos
los rincones para comerse el mundo, luego cuando es un poco menos joven, quiere
solo un rincón donde el mundo no se la vaya a comer. Antes una veía las bolsas
en los ojos de la gente, las acariciaba mirándolas despacio y curiosa bajos los
de su abuela, más tarde bajo los ojos de su madre, hasta que un día las
descubre en una ligera promesa debajo de los suyos. Los cierra y entiende de qué
suelen estar llenas esas bolsas, entiende que el cuerpo tiene memoria y que la
memoria está hecha de un material elástico, a veces un paraguas para orar hasta
que pasen las tormentas, ahora una pátina de asco por aquello sobre lo que se entendió
experta cuando la experiencia no estaba en los límites de su piel. Y una
empieza a dar consejos, con el convencimiento de que los consejos no siempre
sirven a aquella persona a quien se le entregan y que solo son funcionales para
el ser que los emite como si fueran un sortilegio para desandar el propio
camino, creerse poseedora de una brújula que, andados los tiempos, ya no tiene
norte al que dirigirnos.
Los domingos lamen lentamente la paciencia,
dejando sobre ella dientecillos afilados y sádicos que te empujan a escupir
detrás de las puertas esa maldición antigua de la que han bebido todas las
mujeres, aquello de parir con dolor y ser gobernada por tu marido, aunque no
hayas parido hijos y aunque el que te gobierne nada tenga que ver contigo, pero
saber que eres susceptible de ser gobernada por el marido de cualquiera.
“¿Dónde
están los que te acusaban? ¿Ninguno te condenó?”
El mal era eso, un señor con la frente fruncida
sentado sobre su desastre convencido de que el desastre es la palabra de Dios,
de un dios que ya sabemos que solo es él mismo. Mientras tanto las mujeres
limpiamos esa ruina, limpiar ruina sobre ruina porque, una vez hayamos colocado
la pieza, la volverán a volar por los aires.
A las mujeres nunca se nos habría ocurrido
inventar los misiles, pero siempre nos queda tiempo para preguntarle a
cualquiera si ha cenado, y tratar de hacer algo con el poco pan que tengamos,
porque nuestra guerra es otra, es la guerra de ponernos a salvo, de cuidar de
los hijos de cualquiera, de enunciar una palabra que construya, de zurcir
aquello que está roído por el odio. Las mujeres aprendimos el odio de la mano
de los hombres, en el batir de sus duelos, en las puntas de sus lanzas, en la
palabra que encierra una promesa que aterra, y a veces allí estuvimos mirándolos
a los ojos en el propio duelo, atravesadas por su lanza, recogiendo la amenaza hecha
carne.
“Y el verbo se hizo carne, y habitó entre
nosotras.”
Las mujeres inventamos las trenzas sin ninguna
intención de trenzarnos el pelo, con la única escusa de entretejer el cabello
de otra mujer mientras nos decimos, nos contamos y nos enseñamos a construir
otras formas, hacer una trenza en otra cabeza para llenar esa cabeza de ideas,
de mirada anterior, y más anterior para colocar lo de hoy, o lo que venga
mañana. Y luego apretar fuerte la trenza para asegurar que lo que nos hemos
contado no se lo van a arrebatar ni siquiera durmiendo.
“Haznos,
Santa Magdalena, audaces en el amor”.
domingo, 3 de enero de 2021
¿Qué te apetece tomar? Conciencia
Otro propósito saludable para
este año nuevo es el retomar este blog. Es un blog que antes fue otro blog y
que, en su evolución, se obligó a cerrar uno para abrir otro, ya que no se
reconocía en lo que había sido con anterioridad. En palabras del psicólogo Luis
de Rivera (e imagino que en su propia definición), una crisis significa un
cambio de tal impacto que la continuidad no es posible en la misma manera, es
un cambio que convierte momentáneamente una línea continua en una discontinua
para continuar de otro modo.
Sobra decir que las crisis no son
acontecimientos excepcionales, se dan en todos los ámbitos (políticos,
económicos; crisis sanitaria, como la de la Covid19), y luego, a nivel micro,
las crisis emocionales, de fe, existenciales, de salud, etc. Incida sobre lo
que incida, la crisis trae en sí misma una transformación, lo cual no significa
que sea una transformación a mejor, simplemente el modo de existencia previo ya
no es posible, y emerge otra cosa. La crisis del pasado año, que además ha
atravesado todos los ámbitos antes mencionados y seguramente muchos más en el
ámbito privado de cada una de nosotras, y que se sostiene aún en este año que
nace, desembocará irremediablemente en otras cosas, ya que el impacto ha sido
demoledor. Todas estamos claramente angustiadas con el cómo serán estas cosas
nuevas que sin duda habrán de llegar, pero para conocer ese futuro primero
debemos atravesar la crisis, porque será en ella y en el modo de gestionarla,
cómo se conformará la nueva realidad, la línea que continúa tras la
discontinuidad.
Gestionar las crisis. Si fuésemos
capaces de entender cuán importante es esto, y me estoy refiriendo a las crisis
personales, que no son cambios sin más, ya que estos últimos en esta sociedad tan
¿líquida, diría Bauman? los tenemos más que incorporados: lo temporal, lo
inestable, lo cambiante, lo que tiene fecha de caducidad. No, la crisis es un
cambio que no permite esa incorporación automática, requiere de una gestión, o tal vez sean los propios automatismos los que nos enferman. El
problema seguramente sea que mientras dura la crisis no sepamos que es algo tan
drástico como una crisis y entonces no ponemos todo el empeño en su gestión.
Después de esa mala gestión puede llegar cualquier cosa: distópica, insalubre, disfuncional.
Mi blog entró en crisis. Ahora es
otro blog. Yo he sufrido varias crisis en mi vida, algunas ni las sé
identificar; las que identifico suelo agradecerlas, quiero decir que mi
evolución posterior seguramente la valore positivamente y las que no sé identificar
estoy segura de que son aquellas que han conformado mis miedos, mis ansiedades.
Es muy importante para poder gestionar, poder focalizar, si no aprendemos a
poner el foco en las cosas importantes a voluntad seremos eternos errantes a
merced de la distracción que nos quieran (queramos) colocar delante.
En los últimos años me preguntaba
mucho acerca de mi actividad de pensamiento, su velocidad, y su permanencia.
Me costaba bastante más mantener la atención, colocar sobre lo que yo eligiera, a voluntad, el foco, que no es más que iluminar la parte del mundo que nos interesa.
Pero nuestra sociedad no está pensada, sino todo lo contrario, para la
concentración y el análisis porque eso lleva a la toma de conciencia, al
conocimiento. Y lo que interesa es la información, a ser posible en grandes
cantidades y a gran velocidad, como los timelines de nuestras redes sociales,
un “mostrar esto, pero también esto, y esto también”. Acostumbradas a esta
deformidad del mundo, nuestras mentes se van haciendo perezosas, no mantienen
la concentración y además no se ven en la necesidad de emprender la búsqueda
entre la información veraz de la que no lo es, ambas entretienen.
Ante mi preocupación acerca de por qué no
podía leer durante horas y horas como hacía hace varios años, por qué no
escuchaba en profundidad las conversaciones y me des-pistaba ante otros
estímulos, he llegado a nombrar a mi mente con una expresión que proviene del
mindfulness: mente de mono. También podríamos decir que estamos delante de una
mente ansiosa pero sin voluntad, al no tener voluntad, no sabemos distinguir. Es
importante analizar y discernir lo conveniente de aquello que no lo es. Es el
secreto de la vida. Soy una alienada, si me dejo llevar, si no analizo, si no
focalizo, si no profundizo. Porque todo el sistema me va a ir narrando en
discursos engañoso por dónde discurrir, en formato píldora, digital, rápido,
eficaz.
Los sistemas pueden ser engañosos,
porque plantean una lógica impecable a simple vista, pero no es más que un
truco de ilusionismo que cobrando la conciencia adecuada, lo podemos cuestionar
y lo DES-velamos. Así con muchos sistemas, ¿verdad? Todos tienen un propósito,
para ello despliegan sus discursos en una ingeniería perfecta, pero no todos
los propósitos son sanos, pueden obedecer a un interés que no tiene porqué ser el
nuestro. Y desde luego puede estar bastante viciado y haber ido desviándose de
manera perniciosa de lo natural. Podríamos decir que lo mismo sucede con
nuestros pensamientos, para nuestra mente todos ellos son información, desde
aquel que nos cuenta que somos la persona más inteligente que existe sobre la
faz de la tierra hasta aquel que nos dice que hemos nacido para fracasar; ambos
pueden ser falsos, para el cerebro ambos son ciertos. Aquí podemos apreciar lo
importante que es al menos tomar conciencia de los pensamientos (mensajes,
lemas, anuncios) tóxicos que recibimos y mostramos a nuestro cerebro. Si
tomamos conciencia plena, gestionamos mejor, estaremos más lúcidos frente a
nuestras crisis.
¿Invertimos el 2021 en tomar
conciencia?: social, de clase, feminista, plena (mindfulness), a mí me parece
una buena palanca para analizar, y desde ahí, modificar. No sé cómo lo veis.
martes, 4 de agosto de 2020
Agosto CO2
El armario de mi habitación es de
espejo, cada vez que voy a salir de casa y recojo el bolso o alguna cosa y paso
por allí, veo unos ojos que me miran detrás de una mascarilla y siempre pienso
lo mismo, día tras día. Qué habría pensado un año atrás si se me hubiera
otorgado la posibilidad de mirar ese futuro, de ver esa imagen, el del día de
hoy, o el de cualquier otro día que enmascarada me viese tan cotidiana e
impasible haciendo mis cosas; imagino que me habría asustado muchísimo, que
habría pensado que alguna enfermedad se me iba a diagnosticar, ¿algún problema
inmunológico? ¿Una infección? Jamás habría convenido que estaría viviendo una
pandemia, un virus zampándose el mundo, una realidad abocada a los interiores
que encima justificaría mi, ya natural, tendencia al aislamiento. Una
posibilidad inverosímil. Una explicación remota que habría desestimado sin más.
Pero aprendemos a vivir una nueva
realidad. ¿Una nueva normalidad? Que me hace pensar en el mar como algo ajeno,
un olor que pierde un poco el sentido y que me aleja del alboroto que me venía a
significar. Un ambiente que me hace tenerle miedo a los besos, a los abrazos, a
salir y tocar a la gente, en esa manía que tengo de dar golpecitos para sobre explicarme
y que tanto detesta mi hermano. Un espacio lleno de personas que tienen más
miedo que antes y que además son todo ojos y manos relavadas y cohibidas que
cruzan los pasos de cebra esquivando a los demás. Y es que ahora el otro, que
siempre fue el enemigo, el ajeno, el que no era yo, se encarna en virus, en
vector, en alguien con quien no puedo confabularme si no es a golpe de tecla o
de pantalla. La distancia es lo que sí, lo que es seguro, lo que me va a
salvar. Cuando sabemos de más que, si no es con alguien, seguramente no sea, o
sea como debiera ser.
Agosto en Madrid es tan
polvoriento como lo era el año anterior, es el mes en el que lo mejor de Madrid
es escapar de aquí. Y este año debiera ser el mes en el que, para recuperar la
vida, habría que desear salir afuera y dejar que otros espacios/ otras personas
nos tocaran la piel. Y no, sin embargo.
viernes, 6 de marzo de 2020
Vendrán y te nombrarán
Una, dola, tela, catola...
Nos enseñaron a ser complacientes, a pesar de los testarazos, de las zancadillas, de nuestros reducidos espacios: la parte más pequeñita d...
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Si hay algo que me ha fascinado y atravesado desde que tengo recuerdos es el poder de las palabras. Desde que aprendí a sujetar un lápiz e...
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